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viernes, 23 de enero de 2015

La tristeza de los humildes


Duele el pecho, el mundo llora, a Ayotzinapa le asesinaron 43 de sus jóvenes hijos el 26 de septiembre de 2014, por el sólo hecho de querer protestar contra una candidatura electoral fraudulenta.

Con anterioridad, se concretó el exterminio de tres estudiantes de la Escuela Normal Rural “Isidro Burgos”, 22 normalistas heridos y la masacre de tres personas más, calificados incluso por la ONU como “los sucesos más terribles de los tiempos recientes”.

Esa barbarie patentiza el sadismo, pavor y odio de clase que desbordan las oligarquías local y metropolitana, serviles a los órganos represivos hacia las resistencias con afán de acabar con un orden depredador y colonial.

Un fantasma se apoderó de las calles en México. Los padres de familia movilizaron cielo y tierra para hacer aparecer los cuerpos porque el silencio, la impunidad y la injusticia cobrarían la vida de más jóvenes. La no garantía de ser el último hecho es una certeza.

Estas tácticas y estrategias, materializadas por Estados Unidos y que opera en más de 54 países, incluyen desapariciones físicas, masacres, listas de asesinatos (kill list) o lista de eliminables, capturas, remoción de liderazgos, neutralización, cooptación de sectores sociales resignados, fragmentación y divisionismo de organizaciones, desinformación, guerra psicológica, marginación de guerrilleros, corrupción, infiltración, terror, traición y compra de caudillos, camarillas sindicales y cuadros pequeño-burgueses.

Por un lado, Ayotzinapa pone al desnudo la brutal guerra contrainsurgente de la oligarquía local y del imperialismo contra los condenados de la tierra, y por el otro, cristaliza la ofensiva insurgente anticapitalista de los trabajadores, pueblos, comunidades originarias y afrodescendientes, particularmente de Nuestra América.

Por eso ante el empuje de las movilizaciones, el presidente mexicano Enrique Peña Nieto no tuvo otra alternativa que reunirse con los padres de familia.

En el local, en un polo, los organizadores de las protestas con rostros curtidos por el sol y el trabajo, ropas desgastadas en su uso y con la mayor arma: la fuerza de la verdad. Del otro, la cúpula presidencial con cuellos blancos, trajes de etiquetas, poses ensayadas y respuestas exactas ya gastadas.

Una proposición emergió de los grupos de poder:

--Entregamos la cifra de 150 000 pesos mexicanos a cada familia y se acaban las movilizaciones.

Una voz de piel indígena respondió de inmediato:

--Cada una de nuestras familias aportará 150 000 pesos mexicanos porque el presidente nos entregue una de sus hijas.

El silencio irradió la escena, confirmó el resquebrajamiento de los cimientos obsoletos del sistema capitalista mundial y el preámbulo de las revoluciones socialistas del siglo XXI.

2 comentarios:

  1. Una verdad sin replica, fue la respuesta a la compra del silencio por una suma de dinero. La dignidad humana de los humildes del pueblo no se puede comprar, solo la verdad abrirá las alamedas del entendimiento para el pueblo mexicano.

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  2. La autentica realidad es que no se hace nada en favor de los humildes.Como es posible que maten a 43 personas ,que se sepa quien lo hizo y no se busquen para ejecutarlas, como hacen ellos con otras personas?.En europa nos ponemos como locos con el terrorismo internacional,queremos eliminarlos y si se le dispara y mueren, lo damos por justo,pero cuando se trata de mafias organizadas que verdaderamente son las que humillan a la sociedad,con prostitucion infantil,drogas,etc,nos quedamos callados como cobardes y lo que es mas triste aunque se sepa quienes son, no se hace nada porque no hay pruebas.Ellos son tambien terroristas y deberian ser perseguidos internacionalmente y aplicarles el mismo trato.La pregunta que me hago es porque no interesa hacerlo o a quien?Un cordial saludo

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