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sábado, 13 de abril de 2013

Un africano en el Caribe


Por Nuria Barbosa León, periodista de Granma Internacional y Radio Habana Cuba
imageCorre el año 1983, en el aeropuerto de Addis Abbeba, centenares de jóvenes se alistan para partir hacia una Isla del Caribe, llamada Cuba.

Wesen Teka Robid, uno del grupo, siente el momento con un calor sofocante por las altas temperaturas de junio. Con las lágrimas contenidas en los ojos y un ardor en la garganta por tragarse el llanto, despide a sus cuatro hermanos colocados en el lado opuesto del cristal de la aduana. Hijos de una madre consumida por el sufrimiento de enviudar muy joven por la ausencia del esposo, mártir de la guerra de los años 70.

Aún late la partida de Eritrea desplazados por los conflictos bélicos y la llegada al centro educacional en Etiopía para niños huérfanos. Ahí, a la edad de 13 años, Wesen conoce la posibilidad de viajar a Cuba y obtiene la beca por sus resultados académicos, en un grupo de 10 entre más de 500 estudiantes.

Muy pocas pertenencias pudo rescatar de su entorno familiar, una bolsita con dos mudas de ropas que fueron sustituidas en la terminal aérea por una mochila con vestuario y el material de aseo imprescindible para una larga travesía oceánica que culmina en la Isla de la Juventud.

Habituado a comer Engera, elaborado con harina de teff, el solo olor de la comida cubana le provoca nauseas, unido al stress de la adaptación. Sus primeros meses de vida en Cuba los pasa hospitalizado y su cuerpo sólo asimila leche y gaceñiga.

En la etapa inicial, los propios estudiantes etíopes sirven de traductores pero luego, los instructores cubanos introducen hábitos como el uso del cepillo de dientes, la manipulación de los cubiertos, el lavado de las ropas, tender la cama, ordenar la taquilla, limpieza del dormitorio y de las áreas aledañas al centro docente.

Participar en las organizaciones juveniles, dialogar con maestros fuera del aula, asistir a las galas culturales y entregarse al fútbol, le sirven para sentirse apoyado en colectivo y reconocer a los amigos, tanto etíopes como cubanos, como su nueva familia. No puede precisar cuándo el idioma español deja de ser obstáculo en la comunicación.

En fines de semana, los estudiantes visitan Gerona o a la Fe, poblados cercanos al plantel escolar, en vacaciones disfrutan de excursiones a las playas cubanas, centros recreativos, campamentos de pioneros, museos y teatros.

En el año 1988 contrae hepatitis y lo ingresan en el hospital del poblado de la Fe. Un amanecer recibe la novedad de una visita. Desde su ventana ve llegar una caravana de autos y luego descender un grupo de personas vestidas de verdeolivo. De boca en boca corre la noticia: “¡Llegó Fidel!”.

Wesen, recostado en su cama, no advierte la cercanía del Comandante en Jefe y sin embargo, la figura alta y corpulenta, de barba larga y andar rápido viene hasta él. En un gesto noble acaricia la cabeza del muchacho, pregunta por su padecimiento y tratamiento, escucha los monosílabos como respuesta y se aleja.

No hubo tiempo para otro diálogo, el joven africano, hoy graduado de medicina veterinaria, aún no ha podido expresar su agradecimiento a tanto desvelo y desinterés de los cubanos.

martes, 19 de marzo de 2013

Jóvenes cubanos


Nuria Barbosa León, 
periodista de Granma Internacional y Radio Habana Cuba

La mañana amaneció lluviosa en La Habana. Un frente frío, anunciado con anterioridad, hizo sentir bajas las temperaturas. Se trata de un miércoles con fecha 13 de marzo.

La efeméride, indica una jornada histórica para toda Cuba. En 1957 universitarios valientes quisieron tomar el poder político ajusticiando al dictador Fulgencio Batista en el Palacio Presidencial y llamando a la huelga general por la emisora Radio Reloj.

En 2013, la convocatoria de las organizaciones estudiantiles divulgó un acto. A las ocho de la mañana en la zona del rectorado de la Universidad de La Habana, miles de personas esperan la hora de inicio, mientras tanto, diálogos, sonrisas y alegría.

Jóvenes con sus mochilas y enseres al hombro despliegan tres grandes banderas; al centro la cubana y a ambos lados de ella, la roja (color vino) con las letras de la FEU -Federación Estudiantil Universitaria.

Los altoparlantes emiten la voz de arrancada a las ocho y 15, una multitud desciende la escalinata y allí queda la estatua del Alma Mater con sus brazos abiertos y la sonrisa tierna.

Inmediatamente, en el ambiente irrumpen las sirenas de los bomberos. Tres carros cisternas y cinco patrullas de la policía aparecen a toda velocidad. Los estudiantes no se detienen, no hay temor, continúan los cantos y coros. En una maniobra rápida, las tropas inician una operación de asalto.

Por ambos lados de la escalinata se aproximan jóvenes uniformados. La escena pudiera parecerse a fuerzas antimotines, pero no vienen vestidos de negro, ni parapetados en trajes antibalas, con cascos plásticos, escudo y garrote.

Los combatientes cubanos, tan jóvenes como los que vociferan consignas por las escaleras de mármol, no portan armas. Allí, están, para entregar una flor.

Ambos bloques se funden, las frases de apoyo a la Revolución con el puño en alto raspan las gargantas. El frío y la llovizna se convierten en aliados. Junto a la tarja del líder mártir José Antonio Echeverría se entona el Himno Nacional y se inicia el acto.

domingo, 10 de marzo de 2013

Día de Reyes


Nuria Barbosa León, 
periodista de Granma Internacional y Radio Habana Cuba
Día de ReyesComo toda niña, María Antonia Cobas Osorio, soñó jugar con una muñeca. Nació en el Valle del Caujerí en la provincia de Guantánamo en 1952, en una familia de campesinos con una prole de nueve vástagos.

Su casa natal, construida de tablas de palma, techo de yaguas, piso de tierra, albergaba dos habitaciones, una para los padres y otra para los hijos, un área común en funciones de recibidor y en el exterior una cocina para elaborar los alimentos con leña. Carecía de servicio sanitario.

La mayor alegría para los niños: ir al río, entre las aguas claras lavaban las pocas ropas golpeándolas en una piedra con palos y sin jabón, también se bañaban.

El padre, jornalero en la agricultura, dependió del trabajo que en ocasiones proporcionaba un dueño de finca nombrado Daniel González, quien con desdén seleccionaba a sus obreros dentro de un grupo y determinaba quién ganaría los pocos centavos repartidos por el duro trabajo del campo.

La historia de la hermanita muerta de paludismo se contaba muchas veces en las noches oscuras y sin entretenimiento. La madre, con rasgos fenotípicos de una indígena, nunca pudo aliviar el dolor de ver morir a su bebé de un año de nacida, sin dinero para acudir a un médico y tratando de disminuir la fiebre con hojas silvestres.

La alegría de los pobladores del lugar que tocaron a las puertas con gritos de alegría y abrazos diciendo: “Ganamos”, Ganamos!!!” hizo que conociera la palabra Revolución, de hecho, al ver a su padre con un empleo seguro, vestido de miliciano y cuidando la tranquilidad del lugar, le abrió la mente a un tiempo de cambio.

Fue testigo de la entrega de tierras a campesinos y de la reducción de las hectáreas del terrateniente Daniel González, tomó parte en la fundación de los Comités de Defensa de la Revolución y de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) a principio de la década de los sesenta.

Con apenas 12 años de edad, se enteró de un movimiento para jóvenes campesinas, con posibilidades de estudio y beca interna en la capital. Una federada, dirigente en la zona, convenció al padre para que consintiera su permiso. La madre se opuso totalmente alegando los pocos años de su hija.

Un día de 1965, junto a otras niñas conoció la ciudad de su provincia natal, Guantánamo, admiró las calles con sus autos, las casas muy juntas, y las personas transitando todo el día. De allí partió bajo el cuidado de una mujer designada por la FMC hacia la capital en un tren de carga, en vagones con olor a caña.

El ruido y la rapidez de todos los objetos fue la impresión registrada por su cerebro. Pegada a las ventanillas de la guagua quería grabar cada uno de los edificios altos y memorizar sus detalles.

La recibió una lujosa mansión situada en la Quinta Avenida esquinada hacia la calle 84, recuerda un gran espejo en la sala destruido por otra chica que imaginó la prolongación de un espacio. El menudo cuerpo atravesó los cristales.

Supo entonces, que pertenecía al movimiento juvenil femenino Ana Betancourt, aprendería corte y costura más pedagogía para enseñar el oficio a otras muchachas de su lugar de origen.

Con amor, relata de las danzas en la Conferencia Tricontinental, el festival deportivo con la confección de la tabla gimnástica, la participación en exposiciones con productos elaborados por sus conocimientos, los desfiles y movilizaciones en la Plaza de la Revolución.

Su mayor recuerdo fue aquel final de año de 1968-1969, pasó la navidad y fin de año al cuidado de sus maestras por vivir tan lejos y carecer de recursos por parte de la familia que le solventara un viaje de vacaciones.

Pero con las otras muchachas y las tías de la casa prepararon su cena de celebración para año nuevo con cerdo asado y congris.

No olvida, tampoco, el 6 de enero, cuando la mesa estuvo servida, alguien dio la alarma, una hilera de carros se parquearon en el frente de la casa y por la puerta entró Fidel Castro.

Ellas lo rodearon, Fidel se dirigió a María Antonia, quizás por ser la de menor estatura, le puso la mano en la cabeza, la llamó “China” y le entregó su única muñeca en la vida.

viernes, 22 de febrero de 2013

El Abuelo

Por Nuria Barbosa León
Periodista de Granma Internacional y Radio Habana Cuba
Soldados MambísesEl hoy anciano, Máximo Rivero Frómeta vive con los recuerdos de su abuelo mambí, combatiente en la caballería del Ejército Libertador bajo las órdenes del Lugar Teniente José Maceo, en la zona oriental de Cuba.
Curtido con la fortaleza de sus progenitores, inmigrantes españoles del siglo XIX, el abuelo de Máximo dedicó su vida tras desmovilizarse al concluir la guerra por la intervención norteamericana en 1898, a la atención de los cultivos para el autoabastecimiento de la familia.
Su terrenito lo nombró Chapala, ubicado en la comunidad de El Salvador, en la provincia Guantánamo. Pero como el dinero jamás abundó a pesar de sus méritos heroicos y militares, tuvo que servir de jornalero en los cañaverales de Los Salcines, en esa misma región.
Casado con una descendiente de indígena, sostuvo una prole de seis hijos donde la comida escaseaba y los pocos calderos dormían en sus posiciones sin ser tocados. Los muchachos aprendían rápido a enyugar los bueyes para trabajar y desconocían el camino de la escuela.
Relatar las historias de la guerra en las tardes oscuras del campo inspiraban una esperanza para la muchachada que escucharon los relatos una y otra vez, sin llegar al cansancio.
Así supieron de la voz nasal de José Maceo. Él gustaba de irritar a los soldados españoles que acudían a la bodega del pueblo a derrochar sus penas en los tragos del aguardiente de caña. El menor de los Maceos la emprendía con consignas patrióticas y cuando el conflicto llegaba a su punto de ebullición escapaba con la complicidad de los vecinos del lugar.
Valentía, era el sinónimo para el líder mambí, que combatió a la vanguardia e incitó a su tropa a caer al enemigo de frente, ondeando el machete, con el caballo a todo galope y el pecho erguido.
Pocas pertenencias personales dejó el abuelo mambí de Máximo: un machete, un carnet al licenciarse y un sombrero raído.
La principal herencia: el espíritu de rebeldía. Los relatos concluían con la incitación: “Hay que saber empuñar el machete, ¡carijo!.”

sábado, 5 de enero de 2013

Agitación infantil

Nuria Barbosa León, 
periodista de Granma Internacional y Radio Habana Cuba
Cuba. Agitación infantilLos recuerdos infantiles de Josefa Eloisa Gutiérrez Ferrer, en la Cuba antes de 1959, se asocian a la inseguridad de descubrir algún cadáver sin nombre dentro de un matorral, en los alrededores del puente de hierro o cerca de las cunetas.

En Yara, — ubicado en el oriente del país donde se asentó la familia en busca de mejores condiciones de vida— operó el grupo de Masferrer, un conocido genocida de la Guardia Militar del dictador Fulgencio Batista. Allí, amanecieron muchos cuerpos semidesnudos, con las uñas arrancadas, quemaduras en la piel, ojos ensangrentados y boca espumosa. 

En el cuartel radicó el centro de torturas, los gritos de sufrimiento fueron escuchados en las calles del poblado y la impotencia de las personas, cambió el miedo por valor.

Fefi conoció la pobreza desde el mismo día de su nacimiento en 1953. El sostén económico de la familia sopesaba en la espalda del padre, torcedor de tabaco y sin recursos para mantener una prole de seis hijos. La lectura de la tabaquería le obligó a un aprendizaje autodidacta y el ambiente de cambio en la fábrica lo sumergió en apoyar una guerrilla iniciada en la Sierra Maestra.

La niña no pudo interpretar por qué en las tardes varias personas llegaban por distintas vías y se iban vigilando hacia ambos lados para no levantar sospechas. Los hermanos necesariamente, jugaban en el portón de la entrada custodiados por la madre y no le permitían la entrada a la casa hasta concluir la reunión.

También presenció cómo su padre consiguió un radio rentado y atentamente escuchaba los partes de guerra con la señal de Radio Rebelde para luego transmitir las noticias, casi en señas, al resto de la comunidad.

Un día, un vecino advirtió de la llegada de una caravana de militares conocido como los Casquitos, por el color de los cascos blancos en la cabeza, entonces el padre envío al mayor de los niños a tirar en la letrina unos tabacos enrollados que en su interior contenían propaganda del 26 de julio.

El 31 de diciembre de 1958, la situación militar en la zona resultaba ser de mucho peligro, la familia decidió no trasladarse a casa de la abuela en el poblado de El Coco para festejar el fin de año. Sólo hubo una comida diferente y los muchachos se acostaron temprano, agotados por el cansancio del día.

Disparos al cielo, algarabía, gritos y la palabra “ganamos” fue el despertar del día primero, la noticia del triunfo se vistió de júbilo, entusiasmo, abrazos, saludos y congas improvisadas. 

En los días posteriores muchachos de delgadez extrema, barbas crecidas, uniformes rasgados y collares de semillas bajaron de las lomas. 

Fefa presenció algo más, vio la llegada de un yipi descapotado, allí estaba Fidel Castro, rodeado de barbudos, con el sudor pegado al uniforme, un fusil agitado en su mano derecha y la paloma blanca en su hombro izquierdo.

viernes, 14 de diciembre de 2012

Una cubana más

Por Nuria Barbosa León, periodista de Granma Internacional y Radio Habana Cuba
En su natal Camagüey, Olga Lidia Solís Arias conoció de las primeras reglas del baloncesto en la década del 60. Aunque no participó en torneos internacionales importantes ama al deporte y dedica su labor profesional a la selección, preparación y atención a los atletas.
En sus estudios de secundaria y preuniversitario defendió equipos en varias competencias dentro del país y merece ser incluida en la preselección nacional, de ahí cursa la licenciatura en Cultura Física en la capital cubana para luego dedicarse a impartir la asignatura de Educación Física en una escuela primaria por 25 años.
Enseñar a niños la curte en proponer a los entrenadores los talentos deportivos, pero su mayor logro consiste en aglutinar a más de 150 educandos en una tabla gimnástica para participar en festivales deportivos a nivel de municipio y provincia.
Para elaborar su tabla, selecciona a los niños que por lo general están a la zaga, rechazan las prácticas, y no aman al deporte, pero por la presión de ir a un evento y quedar bien ante un público los hacen ganar en disciplina, responsabilidad y ansiar el bien colectivo por encima del individual.
Con esa experiencia elaboró una tesis de maestría y por sus resultados profesionales la condujeron a prestar colaboración técnica en Venezuela.
Llega al estado de Anzuátegui en agosto del 2007 y en su trabajo atendió las labores de deportes del parque del gobernador inscripto por Eloy Alfaro, en la Parroquia Puerto la Cruz, del municipio Zotillo, consistente en las terapias deportivas para adultos y de la tercera edad.
Para su sorpresa también impartió clases en la escuela privada “Luces y Virtudes” donde prima el individualismo, los niños gustan hacer su placer ante cualquier actividad diaria, se le justifica porque pagó por estar en ese lugar y le es permitido su voluntad.
En los primeros ensayos, los niños no se concentraban, pedían ir al baño, comer merienda, tomar agua y liberar energías en cualquier momento, lo cual no favorecía para realizar una coreografía que requiere concentración y paciencia.
Por tanto fijar horarios en la práctica con receso de cinco minutos cada media hora, hablar con los infantes en privado y atacar las causas de cada reacción negativa en los estudiantes le dieron el éxito para lograr seis formaciones en diferentes ángulos y una pirámide con una altura de casi cinco metros.
Luego de las presentaciones en actividades ganó en prestigio, las personas olvidaron su nombre pero se le recuerda como “la cubana”.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Trágica noche



por Nuria Barbosa León, 
periodista de Granma Internacional y Radio Habana Cuba

Para Mohamed Abu Srour,  estudiante de medicina en la nación cubana, Israel representa el horror protegido con sus armas modernas, chalecos y cascos antibalas, ellos arrasan con las casas de los refugiados, matan a los integrantes de la familia, encarcelan sin razón y siembran en los niños miedo y llanto.

Su infancia y adolescencia transcurrió en campamento de refugiados de Aida en la ciudad de Belén y relata con dolor lo ocurrido a su familia hace apenas unos años.

Las celebraciones de las fiestas de Al-Aid, al finalizar el Ramadah, la familia de tíos y primos se reúnen con el propósito de compartir comida y bebida y al finalizar todos quedan exhaustos.

En la fatídica noche, al concluir las fiestas decidió estudiar el contenido del preuniversitario por la cercanía de exámenes, junto a él, el sueño placentero de su hermano mayor.

En pleno silencio de la madrugada, levantó la vista de los libros y sin saber cómo, un soldado israelí le apuntaba con su arma en el mismo momento que otros pidieron al hermano que se quitara la ropa, le pusieron las manos en la espalda, lo esposaron con una cadena, le cerraron los ojos con una tela negra y se lo llevaron sin otra explicación.

Los padres acudieron a la comisaría más cercana y regresaron sin noticias, su nombre no apareció en los registros de los encarcelados y tampoco se brindó información a los familiares del lugar donde se encontraba. Al cabo de los cinco meses, por otro preso se conoció del paradero.

La única defensa atinada a realizar por Mohamed ante la irrupción a su casa, fue lanzar piedras a los soldados y su hermano menor lo siguió. En un ataque de soberbia los israelíes dispararon contra los jóvenes y el hermano resultó herido en la parte baja del vientre. La bala se alojó en la próstata, no es posible retirarla con una cirugía y actualmente vive con un padecimiento renal.

La historia da fuerzas a Mohamed para militar en el Partido, organizarse y continuar la lucha emprendida 63 años atrás contra la ocupación de los territorios palestinos, porque aprendió que las semillas germinan en los campos minados.