Por Nuria Barbosa León
Periodista de Granma Internacional y Radio Habana Cuba
El hoy anciano, Máximo Rivero Frómeta vive con los recuerdos de su abuelo mambí, combatiente en la caballería del Ejército Libertador bajo las órdenes del Lugar Teniente José Maceo, en la zona oriental de Cuba.
Curtido con la fortaleza de sus progenitores, inmigrantes españoles del siglo XIX, el abuelo de Máximo dedicó su vida tras desmovilizarse al concluir la guerra por la intervención norteamericana en 1898, a la atención de los cultivos para el autoabastecimiento de la familia.
Su terrenito lo nombró Chapala, ubicado en la comunidad de El Salvador, en la provincia Guantánamo. Pero como el dinero jamás abundó a pesar de sus méritos heroicos y militares, tuvo que servir de jornalero en los cañaverales de Los Salcines, en esa misma región.
Casado con una descendiente de indígena, sostuvo una prole de seis hijos donde la comida escaseaba y los pocos calderos dormían en sus posiciones sin ser tocados. Los muchachos aprendían rápido a enyugar los bueyes para trabajar y desconocían el camino de la escuela.
Relatar las historias de la guerra en las tardes oscuras del campo inspiraban una esperanza para la muchachada que escucharon los relatos una y otra vez, sin llegar al cansancio.
Así supieron de la voz nasal de José Maceo. Él gustaba de irritar a los soldados españoles que acudían a la bodega del pueblo a derrochar sus penas en los tragos del aguardiente de caña. El menor de los Maceos la emprendía con consignas patrióticas y cuando el conflicto llegaba a su punto de ebullición escapaba con la complicidad de los vecinos del lugar.
Valentía, era el sinónimo para el líder mambí, que combatió a la vanguardia e incitó a su tropa a caer al enemigo de frente, ondeando el machete, con el caballo a todo galope y el pecho erguido.
Pocas pertenencias personales dejó el abuelo mambí de Máximo: un machete, un carnet al licenciarse y un sombrero raído.
La principal herencia: el espíritu de rebeldía. Los relatos concluían con la incitación: “Hay que saber empuñar el machete, ¡carijo!.”
viernes, 22 de febrero de 2013
sábado, 5 de enero de 2013
Agitación infantil
Nuria Barbosa León,
periodista de Granma Internacional y Radio Habana Cuba
Los recuerdos infantiles de Josefa Eloisa Gutiérrez Ferrer, en la Cuba antes de 1959, se asocian a la inseguridad de descubrir algún cadáver sin nombre dentro de un matorral, en los alrededores del puente de hierro o cerca de las cunetas.
En Yara, — ubicado en el oriente del país donde se asentó la familia en busca de mejores condiciones de vida— operó el grupo de Masferrer, un conocido genocida de la Guardia Militar del dictador Fulgencio Batista. Allí, amanecieron muchos cuerpos semidesnudos, con las uñas arrancadas, quemaduras en la piel, ojos ensangrentados y boca espumosa.
En el cuartel radicó el centro de torturas, los gritos de sufrimiento fueron escuchados en las calles del poblado y la impotencia de las personas, cambió el miedo por valor.
Fefi conoció la pobreza desde el mismo día de su nacimiento en 1953. El sostén económico de la familia sopesaba en la espalda del padre, torcedor de tabaco y sin recursos para mantener una prole de seis hijos. La lectura de la tabaquería le obligó a un aprendizaje autodidacta y el ambiente de cambio en la fábrica lo sumergió en apoyar una guerrilla iniciada en la Sierra Maestra.
La niña no pudo interpretar por qué en las tardes varias personas llegaban por distintas vías y se iban vigilando hacia ambos lados para no levantar sospechas. Los hermanos necesariamente, jugaban en el portón de la entrada custodiados por la madre y no le permitían la entrada a la casa hasta concluir la reunión.
También presenció cómo su padre consiguió un radio rentado y atentamente escuchaba los partes de guerra con la señal de Radio Rebelde para luego transmitir las noticias, casi en señas, al resto de la comunidad.
Un día, un vecino advirtió de la llegada de una caravana de militares conocido como los Casquitos, por el color de los cascos blancos en la cabeza, entonces el padre envío al mayor de los niños a tirar en la letrina unos tabacos enrollados que en su interior contenían propaganda del 26 de julio.
El 31 de diciembre de 1958, la situación militar en la zona resultaba ser de mucho peligro, la familia decidió no trasladarse a casa de la abuela en el poblado de El Coco para festejar el fin de año. Sólo hubo una comida diferente y los muchachos se acostaron temprano, agotados por el cansancio del día.
Disparos al cielo, algarabía, gritos y la palabra “ganamos” fue el despertar del día primero, la noticia del triunfo se vistió de júbilo, entusiasmo, abrazos, saludos y congas improvisadas.
En los días posteriores muchachos de delgadez extrema, barbas crecidas, uniformes rasgados y collares de semillas bajaron de las lomas.
Fefa presenció algo más, vio la llegada de un yipi descapotado, allí estaba Fidel Castro, rodeado de barbudos, con el sudor pegado al uniforme, un fusil agitado en su mano derecha y la paloma blanca en su hombro izquierdo.
periodista de Granma Internacional y Radio Habana Cuba
Los recuerdos infantiles de Josefa Eloisa Gutiérrez Ferrer, en la Cuba antes de 1959, se asocian a la inseguridad de descubrir algún cadáver sin nombre dentro de un matorral, en los alrededores del puente de hierro o cerca de las cunetas.
En Yara, — ubicado en el oriente del país donde se asentó la familia en busca de mejores condiciones de vida— operó el grupo de Masferrer, un conocido genocida de la Guardia Militar del dictador Fulgencio Batista. Allí, amanecieron muchos cuerpos semidesnudos, con las uñas arrancadas, quemaduras en la piel, ojos ensangrentados y boca espumosa.
En el cuartel radicó el centro de torturas, los gritos de sufrimiento fueron escuchados en las calles del poblado y la impotencia de las personas, cambió el miedo por valor.
Fefi conoció la pobreza desde el mismo día de su nacimiento en 1953. El sostén económico de la familia sopesaba en la espalda del padre, torcedor de tabaco y sin recursos para mantener una prole de seis hijos. La lectura de la tabaquería le obligó a un aprendizaje autodidacta y el ambiente de cambio en la fábrica lo sumergió en apoyar una guerrilla iniciada en la Sierra Maestra.
La niña no pudo interpretar por qué en las tardes varias personas llegaban por distintas vías y se iban vigilando hacia ambos lados para no levantar sospechas. Los hermanos necesariamente, jugaban en el portón de la entrada custodiados por la madre y no le permitían la entrada a la casa hasta concluir la reunión.
También presenció cómo su padre consiguió un radio rentado y atentamente escuchaba los partes de guerra con la señal de Radio Rebelde para luego transmitir las noticias, casi en señas, al resto de la comunidad.
Un día, un vecino advirtió de la llegada de una caravana de militares conocido como los Casquitos, por el color de los cascos blancos en la cabeza, entonces el padre envío al mayor de los niños a tirar en la letrina unos tabacos enrollados que en su interior contenían propaganda del 26 de julio.
El 31 de diciembre de 1958, la situación militar en la zona resultaba ser de mucho peligro, la familia decidió no trasladarse a casa de la abuela en el poblado de El Coco para festejar el fin de año. Sólo hubo una comida diferente y los muchachos se acostaron temprano, agotados por el cansancio del día.
Disparos al cielo, algarabía, gritos y la palabra “ganamos” fue el despertar del día primero, la noticia del triunfo se vistió de júbilo, entusiasmo, abrazos, saludos y congas improvisadas.
En los días posteriores muchachos de delgadez extrema, barbas crecidas, uniformes rasgados y collares de semillas bajaron de las lomas.
Fefa presenció algo más, vio la llegada de un yipi descapotado, allí estaba Fidel Castro, rodeado de barbudos, con el sudor pegado al uniforme, un fusil agitado en su mano derecha y la paloma blanca en su hombro izquierdo.
viernes, 14 de diciembre de 2012
Una cubana más
Por Nuria Barbosa León,
periodista de Granma Internacional y Radio Habana Cuba
En su natal Camagüey, Olga Lidia Solís Arias
conoció de las primeras reglas del baloncesto en la década del 60. Aunque no
participó en torneos internacionales importantes ama al deporte y dedica su
labor profesional a la selección, preparación y atención a los atletas.
En sus estudios de secundaria y preuniversitario
defendió equipos en varias competencias dentro del país y merece ser incluida en
la preselección nacional, de ahí cursa la licenciatura en Cultura Física en la
capital cubana para luego dedicarse a impartir la asignatura de Educación Física
en una escuela primaria por 25 años.
Enseñar a niños la curte en proponer a los
entrenadores los talentos deportivos, pero su mayor logro consiste en aglutinar
a más de 150 educandos en una tabla gimnástica para participar en festivales
deportivos a nivel de municipio y provincia.
Para elaborar su tabla, selecciona a los niños que
por lo general están a la zaga, rechazan las prácticas, y no aman al deporte,
pero por la presión de ir a un evento y quedar bien ante un público los hacen
ganar en disciplina, responsabilidad y ansiar el bien colectivo por encima del
individual.
Con esa experiencia elaboró una tesis de maestría
y por sus resultados profesionales la condujeron a prestar colaboración técnica
en Venezuela.
Llega al estado de Anzuátegui en agosto del 2007 y
en su trabajo atendió las labores de deportes del parque del gobernador
inscripto por Eloy Alfaro, en la Parroquia Puerto la Cruz, del municipio
Zotillo, consistente en las terapias deportivas para adultos y de la tercera
edad.
Para su sorpresa también impartió clases en la
escuela privada “Luces y Virtudes” donde prima el individualismo, los niños
gustan hacer su placer ante cualquier actividad diaria, se le justifica porque
pagó por estar en ese lugar y le es permitido su voluntad.
En los primeros ensayos, los niños no se
concentraban, pedían ir al baño, comer merienda, tomar agua y liberar energías
en cualquier momento, lo cual no favorecía para realizar una coreografía que
requiere concentración y paciencia.
Por tanto fijar horarios en la práctica con receso
de cinco minutos cada media hora, hablar con los infantes en privado y atacar
las causas de cada reacción negativa en los estudiantes le dieron el éxito para
lograr seis formaciones en diferentes ángulos y una pirámide con una altura de
casi cinco metros.
Luego de las presentaciones en actividades ganó en prestigio, las
personas olvidaron su nombre pero se le recuerda como “la cubana”.
miércoles, 21 de noviembre de 2012
Trágica noche
por Nuria Barbosa León,
periodista de Granma Internacional y Radio Habana Cuba
Para Mohamed Abu Srour, estudiante de medicina en la nación cubana, Israel representa el horror protegido con sus armas modernas, chalecos y cascos antibalas, ellos arrasan con las casas de los refugiados, matan a los integrantes de la familia, encarcelan sin razón y siembran en los niños miedo y llanto.
Su infancia y adolescencia transcurrió en campamento de refugiados de Aida en la ciudad de Belén y relata con dolor lo ocurrido a su familia hace apenas unos años.
Las celebraciones de las fiestas de Al-Aid, al finalizar el Ramadah, la familia de tíos y primos se reúnen con el propósito de compartir comida y bebida y al finalizar todos quedan exhaustos.
En la fatídica noche, al concluir las fiestas decidió estudiar el contenido del preuniversitario por la cercanía de exámenes, junto a él, el sueño placentero de su hermano mayor.
En pleno silencio de la madrugada, levantó la vista de los libros y sin saber cómo, un soldado israelí le apuntaba con su arma en el mismo momento que otros pidieron al hermano que se quitara la ropa, le pusieron las manos en la espalda, lo esposaron con una cadena, le cerraron los ojos con una tela negra y se lo llevaron sin otra explicación.
Los padres acudieron a la comisaría más cercana y regresaron sin noticias, su nombre no apareció en los registros de los encarcelados y tampoco se brindó información a los familiares del lugar donde se encontraba. Al cabo de los cinco meses, por otro preso se conoció del paradero.
La única defensa atinada a realizar por Mohamed ante la irrupción a su casa, fue lanzar piedras a los soldados y su hermano menor lo siguió. En un ataque de soberbia los israelíes dispararon contra los jóvenes y el hermano resultó herido en la parte baja del vientre. La bala se alojó en la próstata, no es posible retirarla con una cirugía y actualmente vive con un padecimiento renal.
La historia da fuerzas a Mohamed para militar en el Partido, organizarse y continuar la lucha emprendida 63 años atrás contra la ocupación de los territorios palestinos, porque aprendió que las semillas germinan en los campos minados.
sábado, 27 de octubre de 2012
El Traductor
por Nuria Barbosa León,
periodista de Granma Internacional y Radio Habana Cuba
El congolés Freddy Ilanga Yaité, bastante joven en la década del 60, participó en las guerrillas africanas con la aspiración de independizar a su país de la metrópoli francesa.
Le llamó la atención la piel blanca del jefe, los ojos muy negros en contraste con su cabello de igual color, el acento latino, las historias de otro continente, el andar con una boquilla de mate entre las manos y el desafío al asma constante.
Freddy aprendió algo del idioma español y por eso lo designaron como el traductor. Lamenta no haber confiado más en el Jefe desde el inicio, pero en su niñez y juventud aprendió que los hombres blancos llegaron a África a saquear, invadir territorios, dividir tribus, desterrar familias, perseguir, matar y asesinar con el propósito de acumular riquezas con lo valioso del continente negro.
Sentía un gran respeto por el Jefe, todos los miembros del grupo acataban sus órdenes sin miramiento alguno y hablaban de él con honor y admiración.
Una noche se avecinaba una tormenta, la orden fue proteger todos los equipos, armas, medicinas y que cada cual hiciera su trinchera con los medios a su alcance.
Fredy no tenía otra protección que sus propias ropas, ni siquiera un nylon o una sábana por lo que se enroscó en la tierra cerca de unos arbustos, en medio de la oscuridad rezando a sus ancestros y recordando una cena familiar.
Escuchó un ruido, como de unas pisadas, su reacción fue encorvarse más para no ser visto, entonces una voz en español le dijo:
-¡Soldado! Diríjase a la jefatura y recuéstese en mi cama.
Reconoció inmediatamente al jefe y la orden fue cumplida al instante. Penetró entre los arbustos que hacían función de casa, en breves minutos se echó en el rústico mueble que sólo poseía algunas telas como colchón, sintió calor y quedó dormido al instante.
Al despertar, al otro extremo de la cama, sintió la respiración asmática de aquel hombre que luego de su recorrido por todas las posiciones de la tropa, durmió algunas horas compartiendo con un subordinado su única prenda valiosa, una frazada.
Del Che, además, conservó el grato recuerdo de influir en la decisión de estudiar en Cuba, convertirse hasta su muerte en el año 2005 en Especialista en 1er Grado en Neurocirugía Pediátrica y trabajar durante toda su vida en el habanero Hospital Infantil “Pedro Borras Astorga”.
Anécdota narrada por el Dr. Hiram Sánchez Bared
lunes, 17 de septiembre de 2012
Números que hablan
Nuria Barbosa León,
periodista de Granma Internacional y Radio Habana Cuba
Mi madre, cubana de 72 años de edad, padece de una obstrucción en las arterias coronarias, asociada a una diabetes con dependencia de la insulina y malos hábitos alimentarios durante parte de su vida, actualmente convalece de una cirugía revascularizadora a corazón abierto.
Previamente le fueron indicados varios tratamientos con medicamentos y coronariografías en las cuales se colocó cinco endoprótesis vasculares (stent coronarios) conocidas popularmente como muelles.
En varios años no sufrió malestares, pero hace unos días presentó un dolor agudo localizado en el pecho (angina). De inmediato la hospitalizaron para controlar la diagnosis y hacer una nueva exploración, se perseguía visualizar el estado actual de las arterias de su corazón. Tras este proceder, el equipo médico determinó practicarle una cirugía mayor porque su padecimiento le obstruyó uno de los troncos principales que irrigan el corazón.
En la preparación para la cirugía la internaron durante unos 20 días, se le midieron sus parámetros vitales con electrocardiogramas, rayos X de tórax, análisis clínicos, microbiológicos y bioquímicos, ecocardiogramas, ultrasonografía con técnica doopler para visualizar flujo sanguíneo de arterias del cuello y los miembros inferiores y superiores, además de ultrasonido abdominal y atención en consultas especializadas de angiología, estomatología y anestesiología.
La técnica consiste en reparar el flujo arterial de los vasos cardiacos a partir de la creación de puentes vasculares restableciendo el flujo circulatorio en el órgano vital. Se toman tejidos vasculares de sus extremidades inferiores o superiores. Una vez operada requiere de cuidados intensivos por tiempo indeterminado y otra estancia postoperatoria con internamiento de aproximadamente 20 días.
Lo curioso es que mi madre no es la única, la sala del piso 16B del Hospital Hermanos Ameijeiras, en La Habana beneficia a 22 pacientes en situaciones similares y una docena de ellos están siendo valorados para cirugías, pero si multiplicamos que cada en cada jornada laboral se intervienen quirúrgicamente de dos a tres enfermos, la cifra redondea los 80 casos al mes, siendo centenares los operados en el año. Asombra aún más, porque el proceder se realiza en diferentes hospitales del país.
Si la multiplicación la hacemos a lápiz, debemos agregar que cada caso recibe una hospitalización de aproximadamente un mes, con alimentación para el paciente y el acompañante, avituallamiento de ropa de cama y pijamas, televisión, servicio de enfermería, electricidad, agua y limpieza por 24 horas. Entonces, la cifra no cabe en una línea.
Cabe destacar que a los pacientes no se le pregunta filiación política, estatus social, procedencia, raza, religión o vínculo laboral. En ocasiones se solicita una simbólica donación voluntaria de sangre aunque durante la intervención suelen aplicarse un promedio de seis bolsas de 500 mililitros de glóbulos rojos, con plasma, plaquetas y otros hemoderivados.
Es imposible decir el costo de tal cirugía en términos financieros porque el paciente siente cariño de sus familiares, sonrisas de los trabajadores, atención esmerada de los médicos y mucha paciencia de los enfermeros.
Mi madre, que ama la música de Pablo Milanes, siente el orgullo de decir: “No vivo en una sociedad perfecta”, por eso, “amo a esta Isla”.
martes, 4 de septiembre de 2012
Testigos
Nuria Barbosa León,
periodista de Granma Internacional y Radio Habana Cuba
En la década de los 90, Cuba vive una crisis económica sin precedentes. En el año 1991 se desploma el campo socialista y la Isla pierde el 80 por ciento de sus importaciones. El combustible alcanza, sólo, para ocho horas de electricidad al día, los alimentos escasean porque los campos pierden sus volúmenes con las maquinarias paradas, por falta de piezas de repuestos, y la desaparición de los fertilizantes químicos.
Con estos daños conocidos por el imperialismo, se recrudece más el bloqueo para acentuar la crisis. En la misma medida, se estimula la emigración como única salida ante el deterioro del modo de vida del cubano y una etapa que se hizo llamar Período Especial. El imperio buscaba una excusa rápida para desestabilizar al país e intervenir militarmente
En el año 1994, la imagen de los balseros desnutridos y deshidratados en medio del mar, pidiendo socorro, recorre el mundo en una gran campaña mediática. La opinión pública se manipula para hacer creer la inviabilidad del socialismo como alternativa necesaria ante el consumismo brutal de un capitalismo irracional.
El quinto día de agosto, la Habana resulta un hervidero. Las emisoras extranjeras radicadas en La Florida exaltan a las masas para un conflicto dentro de la Mayor de las Antillas. Muchas personas se concentran en las calles céntricas donde se encuentran los principales comercios de la capital, el furor provoca un lanzamiento de piedras hacia las vidrieras.
Alrededor de las cinco de la tarde, hubo una gran confusión, los obreros de la construcción con el pulóver identificativo del Contingente Blas Roca llegan en camiones y se desplazan en columnas por la avenida Malecón y la calle Galiano.
Pero un gran tumulto de personas corre en varias direcciones, una frase se regó en la multitud: “Llegó Fidel” y todos van hacia el Paseo del Prado.
El pueblo ve a su líder, -con unas pocas escoltas a su alrededor en medio de la muchedumbre-, caminando rumbo al Malecón y a una pregunta de un periodista declara: “Me enteré que a los revolucionarios le están tirando piedras y vengo a buscar mi cuota”.
Ante tamaña valentía, la consigna: “¡Esta calle es de Fidel!” se corea enardecida. A partir de ahí, las personas tuvieron un solo sentido: caminar detrás del líder.
En un instante se definió la Revolución en la continuidad de su curso.
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