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lunes, 4 de abril de 2016

Terror y valor



Alejandro Pedro Sandoval es una víctima de la sangrienta dictadura militar argentina. Es el nieto n.º 84 restituido por las Abuelas de Plaza de Mayo. Nació en el centro clandestino de detención Campo de Mayo
Fernando desea un abrazo de su madre, una canción de cumpleaños, un consejo o regaño, una foto en familia, una lectura en el regazo de la cama o un beso antes de dormir.
El anhelo fue amputado el 10 de septiembre de 1976, en su casa natal de Buenos Aires, cuando él contaba con seis años de edad.

Esa noche despertó muy asustado al escuchar fuertes golpes en la puerta, derrumbada a patadas y culatazos. Las habitaciones se llenaron de hombres armados, vestidos de civil, quienes proliferaban groserías a su madre: Alicia, y a Lucía, una amiga de la familia.

Su hermanito Abel, de dos años, también despertó asustado. Fernando, vio salir a su madre en camisón, arrastrada y depositada como un objeto en el baúl del auto. A Lucía la colocaron entre dos hombres en el asiento trasero.

A los niños, los milicos los dejaron en casa de unos vecinos, pero antes de partir vieron los escombros de la casa, el televisor desbaratado, la nevera abierta, la radio casettera destruida, los armarios en el suelo, los adornos pisoteados, los muebles cojos y con la guata fuera. La abuela fue avisada y retiró a sus nietos a la mañana siguiente. A partir de ahí, la abuela asumió el rol de madre y padre.

La amiga Lucía fue puesta en libertad a los diez días posteriores al hecho, quizás como testigo del horror silenciado por los militares del Centro Clandestino Puente 12 de la Brigada Güemes.

Fernando creció entre el terror de otra noche similar, esperando una noticia, una persona o un lugar que albergara a su madre, con la esperanza lejana de una vida en cualquier otro país.

El 1ro de julio de 1977 secuestran al papá de Fernado y Abel. Se nombraba Pedro Sandoval, quien había vuelto a formar pareja con Liliana Fontana y se encontraba embarazada en el momento del siniestro. Su bebé nació en cautiverio y fue ilegalmente apropiado.

La abuela se colocó un pañuelo blanco en la cabeza y comenzó a reunirse en la Plaza de Mayo, junto a otras madres aferradas a la identidad de sus hijos. Con esas acciones lograron recuperar en el 2006 al bebé robado nombrado Pedro Sandoval Fontana.

Hoy con más edad, Fernando y Abel continúan en la lucha por el cambio ansiado por sus padres: Una Revolución. Sus voces están presentes en el Canto de Todos que no cesan de repetir: “Vivo por ti, Argentina”.

martes, 13 de octubre de 2015

Tiempo de acero


Día de protesta en Camagüey, marcha dirigida por el joven de 16 años Jesús Suárez Gayol*, líder de los estudiantes de segunda enseñanza en esa provincia.
De tez blanca, ojos azules y cuerpo menudo, acostumbra a exponer su pecho en la vanguardia del pelotón para convocar a la valentía y no sentir miedo a las armas de la policía.
El arquitecto Joel Díaz Gutiérrez lo recuerda: Una marcha por los derechos estudiantiles, finalizando la década de los 40. Suárez Gayol porta la bandera. Parten desde la emisora local por la principal calle para llegar al otro extremo de la ciudad. Se agarran por los codos y caminan en bloque unidos.
En medio de los jóvenes, Joel observa adultos no conocidos y piensa en los sindicalistas. Le llama la atención que esas personas no gritan en los coros, ni alzan los brazos con las consignas y se mantienen todo el tiempo observando a los demás.
En una de las entrecalles se aproxima la guardia a caballo. La multitud se detiene por un momento ante los soldados que hacen una barrera e impiden el paso por la avenida.
Pero en un impulso, Jesús Suárez Gayol alienta a la muchedumbre y los jóvenes chocan con los uniformados, pero de pronto se ven atacados por los adultos que marchan junto a ellos.
Uno saca un revolver, Joel al ver que va a disparar contra su compañero le cae a puñetazos y luego se incorporan los demás estudiantes que también son golpeados ferozmente por los gendarmes y por los infiltrados.
El atacante logra disparar un tiro al aire y en ese momento, la muchachada desarmada corre en diferentes direcciones.
Hasta el río llegan Jesús y Joel que se meten al agua con el sudor pegado a la espalda, el cansancio de una larga distancia recorrida y el sabor de un día de combate.


*Jesús Suárez Gayol, “El Rubio” en la columna del Che, murió combatiendo en Bolivia

jueves, 12 de febrero de 2015

Bautizo de fuego


Guerra en Angola de 1981 a 1983. Edilberto Remón Guerra participa en la Caravana de vehículos de Huambo a Moxico, como parte de la misión militar cubana.

Una fila de transportes, con el armamento y el avituallamiento de un regimiento, atraviesa el país africano en unos 20 días, en su paso revisan puentes, descubren aldeas, se auxilian de la topografía, exploran arboledas y terrenos con elevaciones. Viven un gran hostigamiento con las emboscadas enemigas.

Además, requieren de reparar los carros o destruirlos, de ser alcanzados por los explosivos enterrados, de ahí que la orden de parar ocurre con frecuencia.

En cada parada, la tropa acomete tareas en la guarda y custodia de los equipos, la limpieza y engrasamiento de las armas, así como el descanso tan ansiado por tantas horas de viaje en blindados con poca ventilación y oscuros. Algunos aprovechan para rociarse un poco de agua en el cuerpo porque el baño resulta un privilegio.

El ingenio criollo, presente en la tropa, aflora en los momentos de mayor tensión. En una misión de abastecimiento de agua potable en un río, el carro-cisterna se sumerge y, en la emergencia, con pericias de amarres y acciones rápidas lo capturan sin daños para el vehículo. A partir de ese hecho lo bautizaron como “la Buena Pipa”.

El General Romárico Sotomayor, nombrado al mando de la Caravana, transmite intranquilidad, su yipi se desplaza de un lugar a otro, velando porque todo estuviera en su sitio y las imprudencias no provocaran accidentes.

Así sorprende a la escuadra de Edilberto en una parada. En la fatiga prolongada de varios días de andar, los hombres aprovechan los escasos minutos para el afeite, escriben cartas, entablan partidos en juegos de mesa o duermen desprotegidos, distanciados de las arma, sin tener en cuenta un ataque imprevisto.

Por no tomar las medidas ante un enemigo real y cercano, el General los regaña tan fuerte que el sueño se aleja y el cansancio desaparece. Luego sólo quedan fuerzas para el engrase de la pieza de artillería.

La Caravana retorna a la marcha, a pocos kilómetros y después de pasar la línea del ferrocarril son emboscados. Por primera vez Edilberto siente la muerte cerca, nunca participó de un combate real. Dispara su arma parapetado detrás de un arbusto pero el temblor de las manos y pies no lo deja accionar adecuadamente.

Se dice así mismo: “Yo no tengo miedo”, pero su cuerpo tiembla. Al concluir la balacera, tira con rabia la ametralladora al suelo como la causante de no controlar sus nervios en la hora precisa.

A los pocos minutos, cuando estuvo más calmado la recoge, la besa y piensa que le salvaría la vida en momentos difíciles. Así fue.

viernes, 23 de enero de 2015

La tristeza de los humildes


Duele el pecho, el mundo llora, a Ayotzinapa le asesinaron 43 de sus jóvenes hijos el 26 de septiembre de 2014, por el sólo hecho de querer protestar contra una candidatura electoral fraudulenta.

Con anterioridad, se concretó el exterminio de tres estudiantes de la Escuela Normal Rural “Isidro Burgos”, 22 normalistas heridos y la masacre de tres personas más, calificados incluso por la ONU como “los sucesos más terribles de los tiempos recientes”.

Esa barbarie patentiza el sadismo, pavor y odio de clase que desbordan las oligarquías local y metropolitana, serviles a los órganos represivos hacia las resistencias con afán de acabar con un orden depredador y colonial.

Un fantasma se apoderó de las calles en México. Los padres de familia movilizaron cielo y tierra para hacer aparecer los cuerpos porque el silencio, la impunidad y la injusticia cobrarían la vida de más jóvenes. La no garantía de ser el último hecho es una certeza.

Estas tácticas y estrategias, materializadas por Estados Unidos y que opera en más de 54 países, incluyen desapariciones físicas, masacres, listas de asesinatos (kill list) o lista de eliminables, capturas, remoción de liderazgos, neutralización, cooptación de sectores sociales resignados, fragmentación y divisionismo de organizaciones, desinformación, guerra psicológica, marginación de guerrilleros, corrupción, infiltración, terror, traición y compra de caudillos, camarillas sindicales y cuadros pequeño-burgueses.

Por un lado, Ayotzinapa pone al desnudo la brutal guerra contrainsurgente de la oligarquía local y del imperialismo contra los condenados de la tierra, y por el otro, cristaliza la ofensiva insurgente anticapitalista de los trabajadores, pueblos, comunidades originarias y afrodescendientes, particularmente de Nuestra América.

Por eso ante el empuje de las movilizaciones, el presidente mexicano Enrique Peña Nieto no tuvo otra alternativa que reunirse con los padres de familia.

En el local, en un polo, los organizadores de las protestas con rostros curtidos por el sol y el trabajo, ropas desgastadas en su uso y con la mayor arma: la fuerza de la verdad. Del otro, la cúpula presidencial con cuellos blancos, trajes de etiquetas, poses ensayadas y respuestas exactas ya gastadas.

Una proposición emergió de los grupos de poder:

--Entregamos la cifra de 150 000 pesos mexicanos a cada familia y se acaban las movilizaciones.

Una voz de piel indígena respondió de inmediato:

--Cada una de nuestras familias aportará 150 000 pesos mexicanos porque el presidente nos entregue una de sus hijas.

El silencio irradió la escena, confirmó el resquebrajamiento de los cimientos obsoletos del sistema capitalista mundial y el preámbulo de las revoluciones socialistas del siglo XXI.

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Aprendizaje


Rutina en la piscina del club Federación Deportiva en la ciudad de Manabí, Ecuador, la colaboradora cubana María Isabel Ramón Demares imparte clase a los adolescentes.

Sus alumnos provienen de los diferentes clubes deportivos privados porque en el capitalismo el aprendizaje se convierte en otro negocio más. 
 
A través de una selección de atletas, el estado ecuatoriano ofrece gratuitamente la enseñanza del deporte en la Federación, de ahí, que la familia desee mantener a sus hijos en este tipo de enseñanza. 
 
La entrenadora descubre poca atención y desinterés en Brayan Mera, un niño talentoso, muy sobreprotegido por sus padres, proviene de un núcleo familiar acaudalado, capaz de costear hasta los gustos más insignificantes del muchacho.

Le hace un llamado de atención con la advertencia de interrumpir las prácticas en la piscina sino acata las orientaciones de la clase.

El muchacho responde con un gesto de desprecio ante el llamado de atención provocando la expulsión del entrenamiento.

Al otro día se presentan los padres en el recinto, desean atemorizar a la maestra con amenazas para la institución en otros espacios gubernamentales.

La cubana es llamada ante los directivos. Los padres con ínfulas de conocer toda la técnica del nado explican métodos de aprendizaje y prohíben, a la maestra, regañar al hijo en público.

María Isabel comenta la importancia de la disciplina para cualquier tipo de actividad y de los entrenamientos agotadores para obtener un deportista. Enfatiza en saber escuchar en primer orden, sentenció:

--- Si los padres de Brayan tienen más conocimientos al respecto pueden entrenarlo en su casa.

Hubo un cambio de actitud en el muchacho, se ganó la permanencia en el equipo y resultó ser el campeón nacional en su categoría en el 2012.

lunes, 30 de junio de 2014

El arte del conocimiento



Por Nuria Barbosa León

Alumnos integrantes del Contingente Manuel Ascuce DomenechEntró al aula y su cuerpo tembló, sabía de un control a clase por parte del subdirector docente. En sus brazos los materiales necesarios, el borrador, las tizas, el libro de texto, el registro de asistencia y las tarjetas con el tema resumido.

Miró a sus alumnos, todos uniformados de color azul, con edad superior a sus 16 años. Recordó a su madre, una maestra graduada en la Escuela Normal antes del triunfo de la Revolución que se sumó a la campaña de alfabetización de forma voluntaria y llevó a sus hijos al trabajo con pocos días de nacido.

Gisela Mesa Leal conoció con pocos años del polvo de la tiza, el verde del pizarrón, el olor a libros, el silencio de la atención en una clase y la dinámica de una escuela. Cuando tuvo que decidir por una profesión no lo pensó dos veces, la escuela era parte de sus arterias.

Sus alumnos, de pie, en saludo protocolar esperaban una señal para ocupar sus puestos e iniciar la clase. Como un ritual, cada uno ocupó sus asientos, ella escribió el tema de la clase en la pizarra y en la mención de los nombres de la lista recordó las veces que dijo presente en las aulas de la escuela Ocho de Octubre del municipio habanero del Cotorro, entonces Regional 10 de Octubre.

En los años 70, una gran explosión de matrículas, devenido del ordenamiento para alcanzar grados superiores en la meta del sexto y noveno grado, ideó un proceso acelerado para incorporar jóvenes al Destacamento Pedagógico Manuel Ascunce Domenech, creado a partir del segundo Congreso de la Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media el 4 de abril de 1972.

Se requirió captar a los mejores estudiantes que concluyeran el décimo grado para finalizar el bachillerato formándose en las especialidades docentes, con mayor incidencia en el sur de La Habana, Isla de Pinos y Jagüey Grande, polos educacionales con escuelas internas de nuevo tipo donde convergían estudiantes de diferentes provincias y con desnivel en sus estudios.

Gisela seleccionó la especialidad de historia, las anécdotas escuchadas en boca de su madre de los líderes de la independencia del siglo XIX y las epopeyas históricas narradas, la deslumbró y en un acto de completa voluntad pidió trabajar en el lugar de mayor necesidad. Así llegó a Jagüey Grande en Matanzas.

Una vida conjunta con sus alumnos provocó una madurez prematura para enfrentar situaciones de convivencia, conocer sus interioridades, aconsejar como una madre, buscar soluciones a los problemas, encarar los momentos de tristeza y gozar la alegría del éxito en cada escolar.

Ella, vestida de uniforme color azul oscuro, portando un emblema del 3er Contingente del Destacamento Pedagógico en el brazo izquierdo se encontró al Subdirector sentado como un alumno más al final del aula. Se trataban como compañeros de trabajo y sabía que la evaluación de la clase la ayudaría en su desempeño futuro, pero sintió temor.

Temor traducido en la preocupación por no equivocarse, por vomitar el contenido sin errores, memorizar cada letra, punto o coma, decir lo exacto y encontrar las palabras para enlazar ideas sin tartamudear.

De pronto, un viento abrió la puerta, cerró ventanas violentamente, voló los papeles y ella quedó muda, desconcentrada totalmente. El sudor corrió por sus manos y descubrió las tarjetas elaboradas. Entonces leyó y dictó el contenido en la peor clase de su vida.

Pasado 30 años de profesión, aprendió de aquel momento que las 24 horas del día son insuficientes para preparar un tema y una buena oratoria docente se alcanza cuando se estudia con rigor y se indaga más allá de los libros de textos.

Si le preguntan el significado de la palabra profesor, responde con certeza: persona capaz de cambiar a otras sólo con el arte del conocimiento.

lunes, 21 de abril de 2014

Memoria de abril



Días de abril de 1961, el Batallón de Combate de la Policía Nacional Revolucionaria moviliza sus tropas ante los bombardeos a los aeropuertos de Ciudad Libertad, San Antonio de los Baños y Santiago de Cuba.

En la céntrica Avenida 23 esquina a 12, el día 16, el líder  Fidel Castro anuncia a toda Cuba el carácter socialista de la Revolución y ordena a todos los milicianos concentrarse en las unidades, prestos a salir por el avance de una agresión.

En las palabras de despedida hacia Playa Girón, el Jefe del Batallón, Efigenio Ameijeiras habló de una pelea desigual frente a un enemigo brutal, momento para perder el mito del policía antes del triunfo de la Revolución, hombres de porte y aspecto elegante y conquistador de mujeres.

El cambio ya era notable, el batallón lucía físicos de cualquier color y figura. Captaciones realizadas en el seno del propio pueblo para sustituir el cuerpo armado existente, tenía como condición básica el coraje y la defensa de la Revolución por encima de cualquier otro requisito.

La partida hacia Matanzas ocurrió el 17 de abril, desde el terreno del campo de beisbol a la entrada de la actual Unidad Provincial de Patrullas en La Habana, allí acudieron los familiares que arengaron a los combatientes con consignas: “Denle duro al enemigo”, “¡Ya ganamos!”

Con el furor de la despedida y conscientes de una victoria segura, los jóvenes hicieron el recorrido hasta Jagüey Grande, Matanzas, cantando canciones: “Somos socialistas, pa´lante y pa´lante, vamos pa´la playa a acabar con los yanquis”.

Al llegar al Central Australia, el panorama cambió, la tarde del 17 se perdía entre el humo en la carretera, un ambiente nublado, aviones del enemigo volando rasante, explosiones de tiros y bombas. En ese instante hubo comprensión de la dimensión de una guerra. La muerte llega en una bala disparada desde cualquier ángulo.

La tropa inicia el recorrido a pie en fila india hasta llegar a la playa a las siete de la mañana del 18, caminando casi ocho horas, y buscar posiciones para parapetarse.

Los jefes Efigenio Ameijeiras y Samuel Rodiles impregnaron firmeza para seguir en el combate e impedir tregua para el miedo. Ellos condujeron a sus subordinados, siendo los primeros en la caminata agotadora, marcharon al frente, sin siquiera bajar la cabeza o refugiarse de los disparos. Todo el tiempo gritaban palabras de aliento y arengando con consignas. Ninguno se refugió en una trinchera y  tampoco quedaron en una oficina dirigiendo el combate desde un edificio, por ese motivo nadie corrió ante la lluvia de plomos.

La tropa desconoce el terreno, no tiene experiencia militar y sólo lo acompaña la convicción de “morir por la patria, es vivir”. En la carretera hacia la playa asusta unos motoncitos cercanos entre sí. Se sospecha de minas antipersonales colocadas por el enemigo. El gesto valiente de un compañero la  desbarata a patadas y desaparecen los temores.

Juan Gualberto Ortiz García recuerda que fue designado a la compañía de comunicaciones, sin equipos para estas funciones. Sólo la iniciativa personal para transmitir mensajes a través de señales, voces y ruidos parlantes. La palabra escogida “¡Venceremos!”

En la mañana del 18 reciben el primer ataque por el flanco izquierdo con ráfagas de ametralladoras, además un avión de reconocimiento enemigo le  disparó a mansalva. Uno de los jóvenes policías le dice a otro a su lado:

--¡Levántate compañero! Hay que esconderse que nos tiran.- La inmovilidad hizo reconocer a la muerte.

La tropa desconoce de estrategia militar y la bandera, con un asta bien alta, vista a varios kilómetros de distancia, resulta el eje de los morterazos enemigos.

Los dos Wilfredos combatieron en la misma alineación, a Betancourt Arias le faltaban los dientes y cuando cayó mortalmente herido le dijo a su tocayo que ya no necesitaría una prótesis para encontrar novia.

Pero José A Guerrero Gutierrez recuerda una acción que le dio mayor impulso en el combate. Su ubicación fue en la compañía de quienes portaban las granadas antitanques, bautizada como los granaderos. Todo parte cuando se llega al acuerdo que cada combatiente debe llevar  en el bolsillo de la camisa su identificación.

Luego del combate con los morteros ve a un compañero caído, debido a la explosión de sus granadas personales. No se le identificó el rostro y su cuerpo permanecía abierto, con todos los órganos del abdomen afuera. Entonces buscó en el bolsillo de la camisa y descubrió que el muerto era Juan Dioscorides Prieto Delgado, quien fuera su compañero de guardias, conversaciones y planes para el futuro. Entonces tomó una decisión: ningún mercenario salía con vida delante de él.

Delgado, el abanderado de la compañía se le vio con el rostro ensangrentado por una bala. Su compañero Rape logró trasladarlo en los hombros y parar un camión en la carretera, pero cuando otro combatiente se brindó para acompañarlo hasta el puesto sanitario, Delgado lo arengó diciendo que no hacía falta, que lo principal era seguir el combate y acabar con el enemigo.

Los policías reconocen que la compañía al frente de las armas antiaéreas conocidas como las cuatro bocas, también dieron muestras de mucho valor. Sin camisa por el calor disparaban ráfagas a todos los aviones que pasaban rasantes y a más de uno lograron impactar. Cuando los mercenarios estuvieron presos, preguntaron por los soldados checos y rusos que operaban las cuatro bocas, no pudieron creer que eran adolescentes semidesnudos.

Una gran muestra de valor se protagonizó ante un tanque blindado del enemigo que entraba y salía del radio de acción de la compañía disparando en plena marcha y causando bajas, por lo que el Jefe Samuel pidió varias veces que apareciera una granada y el soldado Sosa se brindó para hacer el disparo suicida.

Con un punto de observación en una pequeña elevación se informa cómo el tanque se acerca al área y con una proximidad muy cercana en que se distinguía la estera a la altura de un hombro, Sosa, abrazado a un árbol logra disparar una granada con un obús y la penetra por la escotilla del conductor. El blindado causa baja y comienza el enfrentamiento cuerpo a cuerpo, donde el enemigo corre por todos lados y los jóvenes policías salen en su búsqueda.

A partir de ese momento, dos mercenarios se acercan a la tropa, uno de ellos con una rama de un árbol y una tela blanca colgando,  informa que toda la tropa mercenaria se rinde. No bastó otro tiro, ellos estaban desmoralizados.